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SEPULTURA DE EDUARDO LOZANO Y PONCE DE LEÓN


NOTA BIOGRÁFICA DEL DOCTOR 
DON EDUARDO LOZANO 
Y PONCE DE LEÓN
✩ Campanario (Baja Extremadura), 18 febrero 1844 
 † Vallecas (Madrid), 8 de junio de 1927

Por: Ricardo Hernández Megías 

CEMENTERIO DE VALLECAS
Cuartel 24 - Manzana 274 - Letra A


SEPULTURA DE EDUARDO LOZANO Y PONCE DE LEÓN - CEMENTERIO DE VALLECAS -
FOTO: JAVIER JARA © 2018 

Como extremeños en la diáspora, llevamos muchos años trabajando en la recuperación de la memoria cultural de nuestra tierra, buscando, quizá, una explicación que nos aclare el por qué una tierra tan feraz y de grande recursos agrícolas, ganaderos y con una riqueza inusitada en sus suelos, se encuentra en una situación de abandono por parte de los gobiernos de todas las épocas y con sus hijos, aquellos que deberían ser los mayores protagonistas de su historia, emigrados o rindiendo el esfuerzo de su trabajo en otras tierras, no más ricas, pero sí mejor administradas y con grandes subvenciones estatales.

En los años 50-60 del pasado siglo, como consecuencia del inicio del desarrollismo industrial en toda España, que a Extremadura llegó, como ha ocurrido siempre, tarde y con cuentagotas, pero destruyendo miles de puestos de trabajo en lo que había sido durante siglos su mayor sustento, es decir el campo, al no saber, no querer o no poder las autoridades nacionales y provinciales darle una salida honrosa a tanta mano de obra en el paro, miles de hombres y mujeres jóvenes, que eran el mayor tesoro para un futuro más prometedor si los amos de la tierra y del dinero hubieran tenido la vergüenza y la dignidad de querer luchar por el porvenir de sus tierra y de sus hombres, tuvieron que marchar a otros lugares buscando un porvenir más halagüeño para ellos y para sus hijos que el que se les ofrecía en una tierra en manos de terratenientes insolidarios, que antepusieron sus intereses personales por encima de los de la ciudadanía.

Extremadura perdería en menos de medio siglo, cerca de un millón de personas, a las que habría que sumar las de sus hijos y nietos, que ya no serían extremeños y que crearon un agujero poblacional que, todavía, después de más de sesenta años, no ha podido cubrirse. Más por el contrario, a esa emigración de mano de obra “barata”, no cualificada, habría que sumarle aquellos otros extremeños que teniendo posibilidades económicas podían salir a estudiar a las universidades foráneas, como eran por entonces Sevilla, Salamanca o Madrid, y que una vez finalizados sus estudios no regresaban a su tierra al no haber trabajo para sus especialidades profesionales y carecer la tierra de industria.


ALBERT EINSTEIN EN MADRID
Visita a la Facultad de Ciencias de la Universidad Central el 6 de marzo de 1923. 
De pie, de izquierda a derecha: Luis Lozano Rey, José Mª. Plans Freire, José Madrid Moreno, Eduardo Lozano Ponce de León, Ignacio González Martí, Julio Palacios Martínez, Ángel del Campo Cerdán y Honorato de Castro.
Sentados, de izquierda a derecha: Miguel Vegas y Puebla Collado, José Rodríguez Carracido (Rector de la Universidad Central), Albert Einstein, Luis Octavio de Toledo Zulueta (Decano de la Facultad de Ciencias) y Blas Cabrera y Felipe (Presidente de la Sociedad Española de Física y Química)

Hemos llegado a siglo XXI, hemos consumido una quinta parte del mismo, el mundo ha cambiado y se han acercado fronteras y países; la industria y el desarrollo de las grandes empresas ha sido espectacular como consecuencia de la asociación comercial de los países europeos…, pero Extremadura sigue anclada en su silente abandono por parte de los mismos que deberían haberse aprovechado de sus grandes posibilidades, o lo que es peor, nuestra tierra sigue siendo la cenicienta de esta nueva España moderna y desarrollada y sus hijos siguen emigrando, pero esta vez con un costo añadido para las arcas tierra que les vio nacer.

Corrían los últimos años del tantas veces denodado “franquismo” y un grupo de intelectuales extremeños comenzaron a moverse y reclamar para que Extremadura, como medida de salvación, tuviera su propia universidad que sacara a su población de su secular atraso cultural y poder así aspirar a crear una sociedad más culta, mejor formada y con mejores posibilidades de aspirar a alcanzar puestos de importancia en la nueva España que se vislumbraba a los lejos y que se alcanzó con la llegada de la Democracia pactada y acordada por todos los partidos políticos, dejando en el olvido lo que habían sido años de enfrentamientos cainitas, que tanta muerte y tanta miseria nos habían legado a las nuevas generaciones que ya estábamos en las escuelas nacionales preparándonos para un futuro lejano.

Después de muchas desavenencias y malos entendidos por todas partes, la ansiada Universidad se inauguró en el año 1973; eso sí, procurando complacer las apetencias políticas de los capitostes de ambas provincias, más que el razonable sentido común de que hubiera una sola Universidad y un solo criterio cultural. Por el contrario, ésta fue dividida según las especialidades, entre las dos provincias, y la capital de la Autonomía llevada a Mérida, como una forma salomónica de no herir susceptibilidades políticas, tan a flor de piel de aquellos que ni iban a estudiar en ella ni, lo que más duele, no les importaba lo que había sido la aspiración de un pueblo cansado de ser la oveja negra de la nación.

El resultado para la sociedad extremeña de la consolidación de la citada Universidad ha sido que 40 años después (1973-2018), Extremadura sigue siendo la región de España que más emigrantes ofrece, pero con la peculiaridad de que si en los años 50-60 del pasado siglo eran obreros sin cualificar, procedentes principalmente del campo o de su entorno, en estos nuevos tiempos, son licenciados y doctorados, cuyos estudios han costado, como es natural, un buen pellizco a las arcas públicas nacionales y autonómicas, pero que nuevamente tienen que ejercer sus trabajos fuera de nuestra tierra, porque en ella, todavía a estas alturas, las autoridades políticas y económicas, no han encontrado la manera de darle vida a esta nueva sociedad emergente, donde la industrialización del tejido productor, sea el motor que levante de una vez para siempre nuestro anquilosado sistema comercial. Tenemos buenos productos, somos los mayores productores de varios de ellos e imprescindibles en los mercados, pero sólo somos dueños (algunos, pocos), de la tierra, faltandonos industrias para que el valor añadido de esos productos, y lo son las quejas de este escrito, los puestos de trabajo ESPECIALIZADOS de esas industrias paren de una vez y para siempre la eterna sangría de hombres y de recursos humanos e intelectuales como ha sido hasta el presente.

Todo esto que venimos criticando, porque nos duele Extremadura desde la distancia impuesta en otros tiempos, pueden verlo los lectores en nuestros trabajos de recuperación en cuatro tomos, de la memoria cultural de nuestra tierra, publicados en BeturiaEdiciones, una humilde pero muy activa Asociación Cultural mantenida con las aportaciones de sus socios extremeños en Madrid, titulados: Escritores extremeños en los cementerios de España, Madrid, 2004 y 2012, en un intento de mantener viva la memoria de tantos hombres que amando a su tierra, tuvieron que salir de ella para poder sobrevivir ejerciendo sus carreras.


La primera radiografía de España fue realizada por Eduardo Fontseré, que era ayudante gratuito de Eduardo Lozano y Ponce de León, catedrático de Física de la Universidad de Barcelona. Contribuyeron también D. Arturo Bofill secretario de la Real Academia de las Ciencias y Artes de Barcelona y el  D Juan Sloker, fotógrafo.

Esta larga introducción de denuncia, nos da pie a comenzar la Biografía de otro de los muchos personajes extremeños, desconocido u olvidado en nuestra tierra, como es el doctor Don Eduardo Lozano y Ponce de León, nacido en Campanario (Baja Extremadura), cuna que fue de otros personajes por nosotros biografiados como el gran Don Bartolomé José Gallardo (1776-1852), quizá uno de los hombres más cultos de su tiempo, político, bibliófilo y erudito escritor, y del periodista y escritor Don Antonio Reyes Huertas (1887-1952), el hombre que mejor y con más gusto escribió sobre las costumbres de nuestra tierra en sus Estampas extremeñas. 

No mucho, pero sí lo suficiente, se ha escrito sobre la figura de tan insigne personaje, encontrándonos con su Biografía, escrita por José María Cobos Bueno, publicada en 2007 por la Diputación Provincial de Badajoz, como también unos apuntes biográficos publicados en la Asociación Cultural Coloquios Históricos de Extremadura, salidos de la sabia mano de Don Antonio Ventura Díaz, en 1980, Director de la Fundación Academia de Yuste, miembro de la Academia Portuguesa de la Historia, Vicepresidente y Consejero de Cultura durante los gobiernos de Rodríguez Ibarra, jefe de Gabinete de un presidente de la Preautonomía extremeña, entre otros muchos cargos, pero el más importante para nosotros, apreciado amigo y entrañable extremeño amante de su tierra.

Con estos ligeros mimbres vamos nosotros a entresacar los datos más relevantes del Doctor Lozano:
Sabemos, por copia literal de su partida de nacimiento que nació un 18 de febrero de 1944, año de la proclamación de la mayoría de edad de la reina niña Isabel II y comienzo de la década de gobierno del general Narváez, uno de los períodos más turbulentos y violentos de la historia de España, hijo de don Juan Lozano Granado, cirujano, y de doña Paloma Ponce de León. Fue bautizado el día 20 de febrero en la parroquia de Campanario por don Andrés Conde, cura párroco de la misma.
Podríamos decir que la vida del joven Eduardo estará sujeta a los avatares políticos más agitados de la historia de la nación, que el propio Lozano sufre en propias carnes, los que van desde el gobierno de Narváez a la vuelta de éste años después en un nuevo al gobierno, que coinciden con los últimos años del reinado de Isabel II, años en que nuestro personaje finaliza sus estudios universitarios, licenciándose en la Universidad Central en Ciencias Físico-Matemáticas y Químicas y el título de Licenciado en Farmacia, llegando a alcanzar por la misma Universidad los títulos de doctorado en la Sección de Ciencias Físicas, en Farmacia y en Ciencias.


Desde un principio se hicieron radiografías de algunos animales como las realizadas por Eduard Valenta y Josef María Eder, en 1896.

No mucho más tarde, su afán de sapiencia y su espíritu universitario le hicieron conseguir las cátedras de las universidades de Barcelona y Madrid. Eran tiempos oscuros en que la política anulaba a todos los tibios intentos de las empresas culturales y el desgobierno de la nación había creado un contexto altamente negativo para el desarrollo de la ciencia y de la cultura, al mismo tiempo que el doctor Lozano se convertiría en el benemérito catedrático al servicio de la juventud de aquellos fatídicos años, destacando en las universidades de Madrid y Barcelona como maestro docto y abnegado en las materias de las que era profesor.

Su afán por la enseñanza y de que esta llegara al mayor número posible de alumnos le hace publicar, ya en tiempos del tibio rey Amadeo (1872) su libro La educación Internacional, que recoge y expone todos los avances que sobre materia de educación se venían desarrollando en la nueva Europa.

Esta preocupación por la enseñanza moderna se verá incrementada a lo largo de su vida y en 1914, año cargado de tristes connotaciones histórica, como es el comienzo de la primera Gran Guerra, de tan tristes consecuencias para Europa y España, sintiendo la decadencia cultural de nuestro pueblo extremeño como lastre que acompaña a la decadencia política, social y económica de nuestro país, tan sensiblemente sentida y explicada por la llamada Generación del 98, el doctor Lozano va a publicar un libro de una significación muy especial: “El Analfabetismo en España”. El Bachillerato en España y Educación Cívica, que, estamos seguros, hoy día, en esta nueva España de controversias y marchas atrás, podría enseñarnos muchos de los secretos de nuestra enrevesada personalidad.

Pero el doctor Lozano no solamente manifiesta su real inquietud en los temas de educación y la cultura en España, pues no menor fue su interés  en el desarrollo de la ciencia publicando numerosos y bien documentados libros para facilitar la labor de los alumnos de las universidades, como podemos leer en su amplia bibliografía, todavía en algunas librería españolas. Para mayor comprensión de lo que estamos diciendo, en 1880 funda la Revista de la Sociedad de Profesores de Ciencias.

Vallecas y el Dr. Lozano

Cuando alcanzó la edad de la jubilación en la universidad y siempre vinculada a ella, volcó su vida en la filantropía, dedicándose por completo a paliar las necesidades y las deficiencias culturales y sanitarias del barrio de Vallecas, al sur de la capital, barrio con grandes carencias en todas estas materias, fundando una institución con su nombre que dio asistencia a todos los desheredados de pan, de salud y de cultura.


Allí, en Vallecas, le encontró la muerte un 8 de junio de 1927 y el barrio, que nunca le olvidó, y el Ayuntamiento de Madrid le tributaron un sentido homenaje popular, levantando un monumento pagado por los mismos vecinos, en la plaza que lleva su nombre, como medida de gratitud perdurable de unas gentes que se vieron asistidas por la entrega y la bondad del Doctor Lozano, en unos tiempos en que los gobiernos no daban ningún tipo de asistencia social en los suburbios madrileños y en los que las condiciones de vida eran, más que lamentables, francamente miserables.



Y en el cementerio de Vallecas, Cuartel 24, Manzana 274, Letra A, fue enterrado nuestro gran hombre, junto a su esposa Dª Luciana Casilda Monrreal (sic) y Parro -ver su sepultura en este blog-, y allí espera, aparte de la resurrección anunciada, el más prosaico y deseado reconocimiento de sus paisanos, del cual nos encargaremos nosotros a partir de este momento.
D. E. P.
Autor: Ricardo Hernández Megías. Escritor y bibliógrafo. ☞ VER PERFIL
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